martes, 16 de diciembre de 2008

Un duende

La noche está linda. La luna rodando por Callao y Buenos Aires late.
Un evento como tantos otros. Aburridísima yo... Como siempre.
Pero hay buena música y me siento en un sillón a escuchar. Y ahí lo veo entrar. A los saltos. Seduciendo a Todos. Está muy bien camuflado. Parece un simple mortal de traje y corbata. Pero puedo reconocerlo por los ojos saltones, las orejas puntiagudas y el rostro verde. A simple vista no se nota porque muta. Constantemente. Pero si lo agarras distraído podes verlo como duende en su plenitud durante solo una fracción de segundo.
Me enamoro de la idea: Atrapar al duende!
Supongo que si soy muy obvia va a resultar mas difícil así que trato de usar un poco de magia. Algo me han enseñado otros duendes desde épocas remotas pero en realidad todo es mas fácil desde que el Hada Griselda me parió este año.
A los duendes les gustan los caramelos y yo siempre guardo uno en mi cartera.
- Candy?
- Candy! – dice entusiasmado y con eso logro caerle en gracia.
Finalmente al duende lo atrapo en una botella de JB. Lo subo a la terraza y lo llevo volando hasta mi casa.
En mi casa el duende hace desastres en el baño y maravillas en la cocina.
El duende no para porque, si para, se entristece.
Salta, corre, camina por las paredes y habla. Sobre todo habla y cuenta historias: Todas mágicas. Habla y se ríe y consume polvo de estrellas que guarda en su cinturón. Desaparece por una ventana y vuelve por la otra y no alcanzo a sorprenderme porque ya cambió de tema.
Cuando el duende para, la música se apaga y cuando vuelve a ponerse en movimiento sus amigos invisibles se agitan y vuelve el bullicio.
Con sus largos dedos de duende extrae de mi interior repetidos instantes de placer. Los transforma en haces de luz y los guarda en una cajita para conjuros futuros.
El duende hace proyecciones a través del tiempo y decide ahora lo que le va a pasar dentro de 124 días.
Tiene celos de los monos. Pero es astuto y conoce la diferencia.
Es tierno pero malvado y creo que sospecha que soy hija de un hada. Yo no quiero hacerle daño. Nunca quiero. Mucho menos a los duendes. Antes de que me provoque lo invito a jugar al tenis. Y me gana. Que suerte! También me gana al ajedrez y a pintar una pared en un santiamén.
Pero se que voy a hacerle daño. Lo se. El hada Griselda no pudo con ese maléfico hechizo. Y no quiero. Tampoco quiero tenerlo en cautiverio. Así que lo encierro de nuevo en la botella de JB y sin dudar vuelo hasta Puerto Madero. Ahí lo suelto. Le gusta el reflejo de las luces en el río. Pega un gran salto y se sienta en la punta del monumento a la mujer, con las piernas cruzadas. Creo que todavía está ahí. Vayan a verlo. Vayan, tanto hombres como mujeres, vayan cuando necesiten un poquito de magia.

sábado, 13 de diciembre de 2008

El ogro

A mi izquierda hay un ogro.
Como todo ogro, come gente. Pero la particularidad de éste es que los come en su presente.
Come gente, personas, cada uno en su presente, en coordenadas específicas de tiempo y espacio, distintas para cada uno de ellos.
El ogro los devora, los mastica, los aplasta contra su paladar, saboreando cada trozo, degustando cada instante del presente de esas personas.
Al comerlos, come tiempo muerto, tiempo desperdiciado, momentos perdidos, olvidados, descuidados.
El ogro come, se llena, se empasta. Hace ruido con su lengua y sus dientes suenan secos, vacíos.
Hilos de baba caen lentos, pesados. Eructa con olor a presente. Es un olor agrio y repulsivo. Da la sensación de que nunca va a terminar, aunque reviente, aunque le empiecen a salir humanos por las orejas, nunca estará satisfecho.

El día que me caí entre las líneas amarillas de la ruta

Paramos en el medio de la ruta a hacer pis.
Yo sentí pudor y decidí hacerlo del lado de enfrente.
Estaba cruzando muy tranquila pero al llegar a la doble línea amarilla me detuve. El sol pegaba fuerte y el color amarillo brillaba. Entonces se abrió un espacio, pero no como una grieta, sino una aberuta prolija, como cortada con trincheta, como la boca de una urna y empecé a descender parada, suavemente y a medida que mi cuerpo atravesaba el asfalto se volvía azul transparente, translúcido, liviano y quedé completamente sumergida en ese espacio y lejos de sentir temor me sentía como en un vientre materno, en una vida intrauterina. A pesar de tanta ondulación mi cuerpo se movía rígido, como un maniquí y se aceleraban los movimientos con el paso de cada vehículo allá arriba.
Había otros objetos también translúcidos, una letra A mayúscula, grande como yo y me tocó con una de sus vértices y me empujó un poco.
Una dentadura dentro de un vaso, también se movía aleatoriamente, pero nunca se salía de él.
Un cinto que imitaba los movimientos de una víbora pasó delante de mi y desapareció de mi vista velozmente.
Un árabe arriba de un camello gritaba cosas en su idioma pero no se oía. No había sonidos, reinaba un profundo silencio. Todos esos objetos translúcidos suspendidos en esa inmensidad oscura, un espacio neutro lleno de nada, y sin poder quebrar mis articulaciones. Me empecé a aburrir y mi aburrimiento empezó a segregar una sustancia marrón opaca que de a poco fue tiñiendo todo mi azul brillante.
Entonces aparecieron tres patos y con sus picos redondeados y suaves toquecitos me empujaron hacia arriba.
Un toque, otro toque... Dos seguidos, hasta alcanzar la abertura de la urna, primero saqué la cabeza hasta las orejas, justo cuando pasaba un Río de la Plata. Los patos me empujaron un poco mas y pude sacar los brazos, entonces apoyé las manos en el asfalto caliente y me incorporé sola y automáticamente se cerró la abertura y ya no tenía ganas de hacer pis. Y no terminé de cruzar la ruta, volví y los chicos estaban haciendo mate. La parada daba para largo y busqué las Express en la mochila.
- Alguien quiere?

Vibraciones lésbicas – Introducción

Es el cumpleaños número 32 de mi amiga Flor y todo transcurre como lo esperaba.
Me estoy aburriendo tanto como lo imaginé. Por lo menos ya pasé el duro momento del ingreso.
Ese momento siempre se me hace difícil hasta avanzado el primer vaso de alcohol. Encima en el ambiente artístico son todos raros... entre diseñadoras de moda, fotógrafos y peluqueros la onda es “sentite como en tu casa” y “servite vos misma”. Una la manera “cool” de no preocuparse por nada. Una manera “free” de que todo les chupa un huevo. Incluso como la estén pasando tus invitados.
Por suerte veo un rincón apropiado que me puede servir de escondite para pasar unos cuarenta minutos. Tiempo mínimo que puedo resistir en este lugar sin que Flor se ofenda.
Un sillón demasiado bajo, con un respaldo demasiado atrás, con una manta demasiado hippie que no me gusta nada, me puede servir como guarida.
Una boca se ha acercado a hablarme. Es una boca carnosa y atractiva que me habla detrás de unos destellos Miss Lange.
Peligrosamente cerca, un amenaza concreta.
Es una boca grande, roja, como la película de Perrone “Labios de churrasco”. Pero es una boca de mujer!!! Las bocas tienen sexo. Una boca pintada es una boca de mujer, una boca con bigote es una boca de hombre. Una boca con una manchita de nacimiento en el labio inferior, es la boca del chico que mas quise.
Pero esa boca me habla, se me acerca. Es una boca que ríe fuerte, es una boca abierta, feliz, inocente. Estúpidamente inocente, o inconciente. Porque si tan solo presupuestara el estado al que me está llevando, al menos por piedad se cerraría un poco. Pero no. Ni una pizca de registro. El descuido del otro que ejerce la gente desmedida me cae mal.
Pero la atracción sexual tiene algo de admiración (por lo menos para las mujeres) porque la boca se pone cada vez mas contenta (y mas cerca) a medida que se entera de algunas cosas. Lo que yo hago le parece genial. Lo que yo digo le parece gracioso. Lo que yo tengo puesto le parece lindo y lo que yo repregunto la deja sin palabras.
Algo de la admiración que el otro siente por nosotros, nos calienta.
Me pongo nerviosa y tomo cerveza precipitadamente. Un delgado hilo de espuma me queda en el labio superior para que la boca saque una mano y me limpie. Como a los monstruos mutantes del perro Coraje, a la boca, además de manos le han salido dos cachetes juveniles. Ojos con pestañas larguísimas que parpadean lento, como si pesaran. Collares, pulseras y sandalias cómodas. La boca es cómoda. Inspira comodidad. Empiezo a sentirme cómoda.
Continuará...